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«Todas las ciudades de Judá
están tristes y desanimadas;
la gente se sienta en el suelo,
y en Jerusalén todos lloran.
Los gobernantes piden agua,
y sus sirvientes van a buscarla,
pero los pozos están secos.
Confundidos y llenos de vergüenza
se agarran la cabeza,
pues regresan con sus baldes vacíos.
Los campesinos se preocupan
y se agarran la cabeza,
porque el suelo está reseco
y no ha llovido en el país.

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